El Galapagar es acribillado por el Cala Pozuelo en media hora de pesadilla (3-5) y se obliga a ganar al CUC Villalba
El Chopo vio sufrir como nunca a su Galapagar, acribillado a goles en media hora de pesadilla de la primera parte por un Cala Pozuelo ambicioso, lanzado “a tumba abierta” a por la victoria, como dijo después su entrenador, Miguel Perrote: los arlequinados encajaron cinco goles que pudieron ser siete u ocho antes del descanso, incapaces de detener la tormenta futbolística que se les vino encima, en una secuencia inédita. El fortín de la calle Guadarrama saltó por los aires, tomado al asalto por un Cala que, cosas del fútbol, tiene casi todas las papeletas para irse en siete días a Autonómica.
0-4 en el minuto 40
El Chopo, con mucho menos público de lo habitual por el horario matutino, el puente y el día de la Madre, se quedó estupefacto viendo a los suyos sonados sobre el campo, en un primer tiempo que fue hundiendo al Galapagar a medida que el Cala propinaba sus golpes. Del minuto 11 al 40, asestó cuatro, y Pascu salvó otros dos en situaciones de mano a mano, igual que hizo Sergio Pliego evitando otro con un cruce providencial ante Fer García, por citar las ocasiones más gruesas. Fue un vendaval de fútbol inopinado, súbito, como una tormenta de verano.
El Galapagar había salido a lo de siempre, a tratar de mandar con el balón, y a los tres minutos Guille ya había detectado un desmarque de Figueroa con uno de sus centros a gusto del consumidor. Al ex del Parla se le fue el remate desviado, pero la jugada transmitió la idea de que el Galapagar estaba ahí, pese a la soltura de su rival. Sin embargo, la debacle empezó a tomar cuerpo a partir del minuto 11, cuando Max Ogawa acuchilló la zaga serrana con un pase en profundidad sobre el desmarque de Izan Redondo, que no perdonó el 0-1 ante Pascu. A partir de ese primer gol, todo le fue torcido al Galapagar, que se topó con dos paradones consecutivos de Quique Ojalvo a Guille Álvarez, perdió a Figueroa por una lesión en el tobillo y encajó casi de inmediato el 0-2, tras una presión alta del Cala que acabó en otro pase filtrado para el gol de Casado, que definió de tiro cruzado al palo largo.

El segundo gol mandó definitivamente a la lona al Galapagar, que empezó a padecer el fútbol combinativo de un Cala Pozuelo por momentos espectacular, ganador de todos los duelos, capaz de batir líneas con dos o tres toques, con una movilidad en el juego indetectable para los defensores serranos, superados en todos los órdenes del juego. Su apagón contrastó con la claridad de ideas de los del Pradillo, plenos de dinamismo, con Max Ogawa haciendo diabluras por dentro, y con verdaderas autopistas en las bandas, síntoma inequívoco de que se estaba produciendo un cortocircuito general.
Los arlequinados encajaron los cinco goles en la primera parte, en la que se vieron superados en todos los órdenes del juego, y su intento de reacción tras el descanso se quedó en el gol de penalti de Marcos Gil y en un intercambio de ocasiones que pudo acabar en un marcador aún más abultado
Las ocasiones se fueron sucediendo y, por si fuera poco, también apareció de Alvar Herrero, que rozó el 0-3 quitándole la pintura al larguero con un tiro de falta escorado que no fue sino un aviso de que el Cala no había terminado de golpear. De seguido, Pliego salvó otro gol ante Fer García, y Pascu le negó otros dos a Max Ogawa. Todo terminó por amenazar ruina poco después, cuando Jesús González, reclutado a última hora por Perrote para su once titular, en lugar de Gonzalo Bernaldo, acertó con el tercero empalando solo en el área un servicio de saque de banda. Por si fuera poco, de inmediato llegó el 0-4, un golazo que reveló el estado de gracia del Cala: Álvaro Batán trazó una apertura medida hacia la subida por la izquierda de Herrero, y el lateral se sacó a pasear toda su calidad con una rosca de otra categoría para el cabezazo en carrera de Casado, inapelable para Pascu.

Reacción de raza
Fue entonces, a cinco minutos para el descanso, cuando el Galapagar se rebeló contra la paliza, cual boxeador sonado en las cuerdas que saca una mano certera. Y lo hizo apelando a la raza de sus jugadores, por las bravas, en el juego directo de carga y descarga. Al poco de sacar de centro, entre algún que otro silbido de la grada, un pelotazo a campo contrario acabó en un saque de banda que Rubén Darío metió a la olla, y por allí apareció pletórico Sergio Pliego para ganar a los centrales y prolongar de cabeza el balón para el remate a bocajarro de Javi Redondo, cuyo gol para el 1-4 activó como una especie de interruptor. Y sucedió que, de nuevo, tras el saque de centro, otro balón largo hacia la derecha fue ganado por Guille Álvarez a su par y acabó en un centro limpio hacia el segundo palo para que Marcos Gil remachara el 2-4.
La conexión ganadora entre los dos homenajeados -se retiran a final de temporada- dio paso a unos minutos finales de la primera parte de auténtica locura, con el Galapagar lanzado a por más y con el Cala apurado para defender su fútbol directo, conmovedor por lo desesperado de la situación. Los serranos reclamaron dos penaltis por caídas en el área de sus atacantes, una de ellas quizá discutible, y el Cala Pozuelo entró en el largo tiempo añadido de ocho minutos bajo la amenaza del 3-4. Pero el partido aún tenía preparado otro giro, esta vez a la espalda del Galapagar: Álvaro Batán trazó un contragolpe por la izquierda, ya en el minuto 52, y el ex del CUC Villalba se sacó un trallazo sobre la marcha que Pascu, en otra gran parada, desvió a córner. Desde allí, otra vez la zurda de Alvar Herrero salió a pasear, con una comba al primer palo que encontró el testarazo de Pascual para el 2-5. El mazazo definitivo, sobretodo por contravenir el guión de amago de remontada y llegar en la última jugada de la primera parte.

Quiero y no puedo final
Javi Zamorano intervino en el descanso con la única variación de dar entrada a Bóveda por Carlos Daniel en la izquierda de la defensa, seguramente centrado en recuperar la cabeza de sus jugadores tras la sacudida. Y el Galapagar salió dispuesto a llevar el partido a campo contrario, en busca del imposible. Superado el cuarto de hora de la reanudación, Rubén Darío fue agarrado en el área y Marcos Gil, muy seguro, transformó el penalti para poner un esperanzador 3-5, en su gol número 110 de arlequinado. Pero el Galapagar no pasó de ahí: el Cala Pozuelo no se dejó intimidar y aceptó intercambiar golpes en la creencia de que el partido le ofrecería oportunidades a la contra.
Miguel Perrote así lo vio, dando entrada a Alonso y Jaime Heras, y el sexto gol anduvo tan cerca como el cuarto del Galapagar, que pudo llegar en un disparo de Marcos Gil para el hat-trick que se marchó a un palmo del palo izquierdo de Ojalvo. El guardameta le negó después el gol a Gonzaga, y al canterano se le marchó demasiado largo un control que había orientado hacia el mano a mano con el portero. Fueron las últimas dentelladas de un Galapagar que fue perdiendo fuelle, víctima a partes iguales del enorme desgaste físico y anímico al que obligan traumas como el de la primera parte, y de un rival enorme, que no concedió licencias atrás ni perdió la compostura.
La única posibilidad de playoff pasa por vencer al CUC Villalba en Alcalá, siempre que el Villaverde no gane en Vallecas al Rayo B
El Cala Pozuelo, amparado en la ventaja de dos goles, manejó bien el final y se llevó una victoria primordial para seguir soñando con la permanencia. En el otro lado se quedó el Galapagar, tocado por el tremendo mazazo que deja su soñado playoff a expensas de ganar al CUC Villalba en Alcalá de Henares y de que en la jornada final no gane el Villaverde en el campo del Rayo Vallecano B. No que igulada otra: ahora mismo está fuera, a un punto de los amarillos, e igualado con los de Boetticher a 51 puntos, pero con el golaverage general perdido. Será un domingo de puerta grande o enfermería, dentro de la histórica temporada que ha realizado este Galapagar, ocurra lo que ocurra.
Jaime Fresno