CUC Villalba: 25 años de la conquista de El Álamo
Más de 2.000 personas se echaron a la calle para festejar el primer ascenso a Tercera División de 1996, tras una eliminatoria épica que encumbró a un equipo canterano y a un héroe goleador.
El CUC Villalba franqueó una barrera histórica el 30 de junio de 1996, cuando superó a El Álamo en una agónica promoción de ascenso y se plantó por vez primera en su historia en Tercera División, un hito desconocido a este lado de la Sierra, desde que lo lograra en 1959 por tercera vez la legendaria Unión Deportiva San Lorenzo. Han pasado 25 años de aquella gesta que saldó una deuda histórica del fútbol villalbino, certificada con un 4-2 en el global de una eliminatoria dramática que terminó por encumbrar a un equipo con mucho canterano de calidad y buenos refuerzos de fuera de Collado Villalba.
Un entrenador de Alcorcón, Antonio Martín Buavent, manejó con mano sabia aquel plantel, hasta lograr un objetivo por el que nadie daba un duro semanas antes. Martín conocía la casa: años antes ya había rescatado al CUC Villalba de la Primera Regional para devolverlo a Preferente, antes de marcharse a Fuencarral para ascender al Santa Ana a Tercera División. Cuando regresó, con ese aval y la renovada confianza de la directiva de José María Díaz Léndez, su gran valedor, el técnico fue elevando el nivel en Preferente: quinto en la temporada 1993/94; cuarto en la 1994/95, a sólo tres puntos del segundo, el Vallecas; y al fin segundo en la 1995/96, sólo superado por el Vicálvaro, claro dominador de la Liga. El entonces presidente recuerda que “Antonio tenía mucha fe en los jugadores, porque había un equipo, eran todos amigos y eso se notaba en el campo. Les sacó todo el jugo. Fue un buen entrenador y también una buena persona”.
El equipo sube sin cobrar
Aquel subcampeonato, logrado en la última jornada tras la inopinada debacle del Pozuelo en Alcobendas –ganaba 1-2 al descanso ante un rival con diez jugadores y acabó perdiendo 3-2-, llegó en unas circunstancias muy duras para el club, ahogado en lo económico por un Ayuntamiento que le negó la subvención municipal acordada en aquella temporada, para reservarla para el candidato a la Presidencia alternativo, Anastasio Entero. Empezando la segunda vuelta, con el equipo descolgado en la quinta posición, el presidente Díaz Léndez comunicó a la plantilla la suspensión de pagos: “A mí me negaron la subvención y tuve que dejar de pagar a los jugadores. El Ayuntamiento tenía un candidato, y a mí me echaron. Dejaron sin pagar un millón de pesetas, más otro que me ofrecieron por subir; no me dieron ninguno de los dos. Yo ponía alguna prima, pero tenía un negocio pequeño. Llegaban los cumpleaños de las novias, uno que pinchaba una rueda, y había que ayudarles, pero no me daba para pagar todo. Estuve muy contento en el Villalba, lo que pasa es que me negaron todo”.
25 años después, Díaz Léndez tiene consolidada una idea sobre lo que pudo pasar: “Pienso que cometí un error: hice una entrevista en Marca y me dijeron: estará muy contento usted… Y yo dije que sí estaba contento, pero que, hombre, que no hubiese nadie del Ayuntamiento, ni el concejal de Deportes ni nadie representando a Villalba en un momento como ése… Ahí pienso que me crucificaron. Pero dije la verdad: el concejal de Deportes estaba en Salamanca viendo toros, y luego se presentó donde estábamos celebrando, se ofreció para pagar cerveza a todo el mundo y luego tuvo que pagar el padre de un jugador, porque él se fue”.
Cuando Díaz Léndez expuso sin ambages a la plantilla que no iban a cobrar, se encontró con el compromiso firme de los jugadores de seguir adelante para buscar el ascenso como fuese. Barrios, uno de los motores del equipo, recuerda que “nos reunimos debajo de la grada, decidimos tirar del carro y salió bien”, mientras que el goleador Rafita le complementa diciendo que “lo más importante fue que éramos amigos, quedábamos para tomar cervezas después casi todos los días, tanto los que venían de Madrid como nosotros. Decidimos tirar para adelante y, en un momento dado, todo eso del dinero pasó a un segundo plano, porque lo que importaba era el ascenso y el grupo que había. Nos divertíamos, nadie faltaba a entrenar… Fue una situación idílica”. Lo que vino después es historia: el Villalba cuajó una segunda vuelta impresionante, con una única derrota en el Carlos Ruiz ante su gran rival, el Pozuelo, se plantó en la promoción y superó a El Álamo, un equipo expresamente diseñado para regresar a Tercera División.
Un equipo aclamado
El gol de Rafita en El Álamo de aquel 30 de junio de 1996 desató no sólo la locura colectiva entre los más de 300 aficionados que acompañaron al equipo en el partido de vuelta –se fletaron tres autobuses-, sino que echó a la calle a más de 2.000 personas para recibir al equipo en la Plaza de España, desbordada de gente hacia Honorio Lozano y Batalla de Bailén. La Policía Local cortó el tráfico de la calle Real para que el autobús del equipo llegara sin complicaciones a la fuente de las celebraciones, una vez que la radio municipal terminó de transmitir la victoria.
El multitudinario recibimiento, impensable hoy en día, fue provocado por la conjunción de dos factores: el primer y ansiado salto a categoría nacional, y el hecho de haberlo conseguido con un grupo de jugadores con enorme raigambre en el municipio: Rafita, el héroe de la eliminatoria con sus tres goles, se había hecho futbolista en las praderas de detrás de la vía de Segovia, antes de llegar al juvenil del club. Y como él, la mayoría de jugadores villalbinos habían crecido jugando fuera del viejo Municipal, un campazo de tierra gruesa de 115 metros de largo y casi 75 de ancho sin equivalente en la Comunidad de Madrid, al que ya se llegaba enseñado, en una época sin las estructuras de base ni las instalaciones que hoy manejan los clubes.
Aún así, cinco villalbinos fueron titulares en el partido de ida, y seis en el de vuelta. Aquel once que conquistó El Álamo tenía a Pedro Pablo en la portería, probablemente el mejor guardameta de la historia del club, al que sólo una lesión cortó su enorme proyección en el Castilla, donde había llegado a discutir el puesto al luego internacional, Santiago Cañizares. En defensa jugaron dos experimentados centrales que hicieron una gran carrera en Collado Villalba: Mejías, un delantero reconvertido que había triunfado como goleador en equipos como el Rayo Majadahonda, y Julio Revilla, su complemento perfecto en el eje; ambos jugaron flanqueados en los laterales por los canteranos Moisés y Javi Manzano; en el medio actuaron Isidro, un polivalente centrocampista llegado del Barajas, utilizable también como lateral derecho, dos creativos de calidad, Domínguez y Juan Carlos Calvo, jugador que tiempo antes había deslumbrado en el Municipal jugando con el CD Moratalaz, y Barrios, el capitán y pulmón del equipo, un referente para la afición, ya en su octava temporada en el primer equipo; y en la delantera jugaron Rafita y Alberto, dos amigos desde la infancia. Hubo tiempo para que tres canteranos más, Sergio, Tito y Alfonso, entraran en la segunda parte, además de Óscar Revilla, el jugador de Guadalix de la Sierra –hermano de Julio, el central- quien a los diez minutos de entrar al campo como primer cambio, metió el pase para que Rafita dinamitara la eliminatoria con el 0-1 en el minuto 31 de la segunda parte, que ya fue definitivo.
Vuelco en la jornada final
Para llegar al éxtasis final el CUC Villalba tuvo que realizar una segunda vuelta prácticamente perfecta, para remontar desde el quinto puesto. Tito, debutante aquel año con el primer equipo, lo recuerda así: “Creo que perdimos 3-1 en Pozuelo, al principio de la segunda vuelta, y luego empatamos en Alcobendas: perdíamos 2-0 en el minuto diez, nos habían expulsado a Moi en el penalti del segundo gol, y luego acabó empatando Barrios en el 96. Creo que fue el último partido en el que perdimos dos puntos, pero que yo considero que ganamos”. Javi Manzano le corrige: “¿Y el del Carranza, que me expulsaron a mí y lo empatamos a dos, qué pasa? Faltaban dos partidos y ahí creímos que ya no nos metíamos, porque nos adelantó el Pozuelo. Me metieron dos partidos y no jugué ni contra el Torrejón, ni el primero del ascenso”.
Ese traspié fue el que dejó al CUC Villalba a merced del Pozuelo en la jornada final: al equipo de Antonio Gómez Cala –el entrenador que subió al Cercedilla a Tercera División tres años después- le valía con puntuar en Alcobendas, mientras que el Villalba debía ganar al Torrejón y esperar su fallo en forma de derrota. Los de Antonio Martín despacharon al Torrejón con un contundente 4-0, mientras iban recibiendo las noticias de Pepe Díaz, desplazado para informar desde Alcobendas. Lo primero que llegó desde allí fue que el Pozuelo estaba dando una exhibición, como recuerda el entonces técnico del filial de Tercera Regional: “Al descanso iban ganando 1-3. Sus jugadores lo bordaron en la primera parte. Hablé con Martín y le dije que encima habían expulsado a uno del Alcobendas, y recuerdo que Cala pasó por mi lado diciendo que lo tenían hecho. Pero llegó la segunda parte y el Alcobendas les dio un repaso, terminaron ganando no sé si 4-3, ó 5-3”. ¿Qué le pasó al Pozuelo? Pepe Díaz cree que simplemente “creyeron que lo tenían hecho, y hay que reconocer que muchos partidos los perdemos los entrenadores. Cala no era un entrenador riguroso, era muy de mi estilo. Lo vieron ganado y se relajaron. La verdad es que yo me siento un poco como su oveja negra, su gafe. Estuve ese día allí y luego en Hoyo de Manzanares, cuando vino Óscar Martos para llevarse a Vivo y a Borja al Aravaca, y fueron ellos los que le ganaron en Cercedilla la promoción de ascenso”.
Alta tensión en la ida
El CUC Villalba acabó superando al Pozuelo por dos puntos, 68 por 66, después de 21 victorias, cinco empates y ocho derrotas, con una diferencia de goles de +33 (62 a favor y 29 en contra). Fue subcampeón tras un Vicálvaro que se marchó hasta los 75 puntos para subir directo a Tercera División, pero para lograr el objetivo todavía le quedaba superar la prueba de la promoción ante El Álamo, una eliminatoria que empezó a jugarse en Collado Villalba el sábado siguiente. Barrios habla de “un subidón increíble durante la semana, quién iba a saber que íbamos a hacer lo que hicimos”, mientras Rafita desvela que “afrontamos la semana como una más, incluso fue de las pocas veces que hicimos menos entrenamiento. Todo era esperar a que llegara el partido lo antes posible. Todos éramos de Villalba y existía esa salsa del fútbol de que todo el mundo te decía por la calle que te iba a ir a ver, y nosotros igual: íbamos diciendo a todos que fueran al campo, incluso a los que no habían ido nunca”.
La expectación se desbordó: el CUC Villalba adelantó el partido al sábado por la tarde, con entrada gratuita, y se batieron todos los récords, con el lleno de mil personas en la grada, y entre mil y mil quinientas más rodeando todo el perímetro del campo. En los prolegómenos, actuó la banda de música de la Peña Campera para amenizar lo que ya de por sí era un ambiente festivo y sin precedentes en el fútbol villalbino. José María Díaz Léndez recuerda que “hicimos veintiocho rifas, y eso sólo con cuatro colores de papel”.
Javi Manzano pone en la mesa un detalle importante: “Era la primera vez que íbamos a jugar una eliminatoria, con ida y vuelta, con posibilidad de prórroga, penaltis… Para nosotros eso era la Copa de Europa. Yo estaba sancionado del día del Carranza, pero aquello era impresionante, con ese llenazo”. El lateral canterano recuerda que “sí hablamos del partido bastante durante la semana, Antonio lo preparó mucho, les conocía muy bien. Nosotros salimos sabiendo a lo que se iba a jugar, dónde apretar y dónde no apretar”. El Álamo, sin su gran referente atacante, César Ávila, sancionado, se vio superado por el escenario y fue arrollado en el primer tiempo. Rafita abrió el marcador a los tres minutos, tras rematar un córner botado por Moisés, y el CUC Villalba decantó la eliminatoria en el tramo final del primer tiempo, cuando Julio Revilla colocó el 2-0 y Rafita marcó el tercero sobre el minuto 45, con un trallazo a la escuadra desde fuera del área, en medio de la locura colectiva en el Municipal. Según el héroe goleador, “creo que ellos se vieron superados por el ambiente, aunque no creo que ni nosotros ni ellos estuviésemos acostumbrados; creo que ninguno habíamos jugado con tanta gente en un campo de fútbol”. Tito recuerda “salir por el túnel y ver la grada llena, y también todo ese césped donde la Guardia Civil”. “La gente daba la vuelta al campo”, remata Javi.
El guión de la segunda parte varió por completo: el CUC Villalba contemporizó, amparado en el 3-0, y El Álamo apretó. Dino recortó distancias con media hora por delante, pero los villalbinos no dieron sensación de verse apurados en demasía. Hasta que llegó el largo tiempo añadido y el árbitro canario, Nebrera Agudo, expulsó a Pablo para dejar al Villalba con diez y dos minutos después, en el 96, señaló el penalti que supuso el 3-2, lo que terminó por desencadenar una invasión de campo. Tito dice que “en esa jugada no sabemos ni lo que pita. Nos quedamos todos…”.
Díaz Léndez va más allá: “Nos mandaron un árbitro de Canarias que nos costó mucho dinero, cuando podían haber mandado uno de La Mancha o de Castilla y León. La Federación se portó muy mal, a lo mejor pensaban que éramos ricos. El árbitro puso en el acta que hubo invasión de campo, pero lo que pasó no se ha contado: habían venido al partido muchos chicos en autobuses, y al no poder aparcarlos en la carretera de La Granja, tuvieron que hacerlo donde el Pabellón. Entonces los chavales salieron corriendo al terminar con los jugadores todavía en el campo. Nos echaron cuatro partidos de suspensión, que luego se quedaron en dos, porque el árbitro puso en el acta que hubo invasión. Él no denunció ningún golpe ni nada cuando fue a la Guardia Civil de aquí, que se portó de maravilla; lo que pasa es que cuando el árbitro se fue de aquí, lo denunció en otro sitio”. Ese colofón y el 3-2 final, tras ir ganando por tres goles, dejó un sabor agridulce en la afición y en el equipo, pero a la vez incrementó aún más la expectación de cara al partido de vuelta.
La conquista de El Álamo
Los jugadores cuentan que, en la semana previa al partido de El Álamo, “Antonio Martín organizó el viernes antes una chuletada de las suyas, de las que hacía cada tres partidos ganados”, un sello de identidad del entrenador de Alcorcón, que era mayorista en el sector cárnico. Rafita dice que “ese partido lo preparamos mucho más, incluso entrenamos penaltis”. El Villalba sólo presentó un cambio en el once titular: la vuelta de Javi Manzano después de sanción, que contrarrestó la baja de Pablo. Entretanto, El Álamo sufrió un contratiempo que pudo ser clave en la eliminatoria: César Ávila, su máximo goleador en Liga, iba reaparecer en la vuelta tras cumplir una sanción de tres partidos, pero en la víspera todo dio un giro. Ávila, actual presidente de la AD El Pardo, explica que “el sábado estaba entrenando y me lesiono solo. Me rompí el astrágalo y estuve año y medio sin jugar. Fue una pena, estaba haciendo goles como churros. Recuerdo que tuvimos ocasiones, pero en la segunda parte llegó esa pérdida de balón de Villar y nos hicieron el 0-1. El equipo estaba hecho para subir, se había invertido mucho dinero…”
El partido de vuelta, con lleno absoluto en el Municipal de El Álamo, estuvo cargado de tensión y respeto, con ocasiones contadas en las áreas. Los locales pudieron empatar la eliminatoria en un remate al larguero, y Pedro Pablo fue providencial en la otra ocasión clara de los alameños, como recuerda Díaz Léndez: “Sacó una mano fabulosa al palo largo”. El Villalba, pertrechado y en espera de su ocasión, soltó el zarpazo definitivo a cuarto de hora del final, con El Álamo volcado: Óscar Revilla conectó con Rafita y el delantero estuvo listo y hábil para ganar el cuerpeo a su par y meter la puntera sobre la salida del guardameta Borrajo. El balón entró llorando, pero entró, y la locura se apoderó de los más de 300 aficionados villalbinos diseminados por las gradas en pequeños grupos. El autor del histórico gol reconoce acordarse “muy poco de la jugada, sólo la foto –de Carlos Dobeson para el periódico Sierra de Madrid-. Fue un pase de Óscar, vi el huequecillo y metí la puntera, muy encimado por un defensa. Recuerdo que habían cambiado a Calvo. Era muy técnico y le daban palos hasta detrás de las orejas. Estaba enfadado por el cambio y se fue a la valla, detrás de la portería. Cuando marqué me fui adonde estaba él a abrazarlo”.
El 0-1 dejó tocado a El Álamo, que ya no inquietó, y el Villalba tuvo el 0-2 en un disparo al larguero del canterano Alfonso, al que Rafita incluye en su principal argumento sobre el éxito de aquella temporada: “Lo bueno que teníamos era que los chavalillos que salían del banquillo aportaban lo mismo que los que jugábamos de inicio, todos sumaban: Óscar, Sergio, David Tomás, Alfonsito… Y luego nos venía de la hostia tener a gente atrás como Mejías o Julio, que eran veteranos y habían jugado en Tercera División”.
La celebración en El Álamo dejó detalles imborrables y hasta surrealistas, como el de un grupo de aficionados que equivocaron el camino de regreso en su coche y acabaron en San Martín de Valdeiglesias tocando el claxon, ante el asombro de los viandantes; o los incidentes con un autobús de aficionados, que recibió varias pedradas. En el campo, el presidente Díaz Léndez fue duchado por los jugadores, sabiendo que podía ser su último partido en el cargo. “Sentí una satisfacción enorme, pero yo no era nadie. Fue un éxito de Martín y de los jugadores. Yo era un presidente circunstancial, porque el señor Julio –García- ya era muy mayor. Sentí no poder pagar a los jugadores, pero el Ayuntamiento no dio importancia a lo del Villalba en Tercera. Subir era muy difícil, y más todavía mantenerlo. Hablé con Martín al día siguiente, me dijo que no había entrenado en Tercera y que estaba dispuesto a entrenar aunque fuera con juveniles, pero yo, para hacer el ridículo… Lo que hizo el Ayuntamiento con el dinero no lo entiendo”. Javi Manzano lo zanja así: “El míster se quedaba sin cobrar por entrenar en Tercera División”.
La histórica jornada tuvo un colofón de los más surrealista, cuando el entonces concejal de Deportes, José Juan Fernández, apareció con el candidato a la Presidencia, Anastasio Entero, en el restaurante Casa Isidro, el sitio elegido por directivos para celebrar el ascenso, y los jugadores cantaron al unísono de forma espontánea la canción de moda en aquel verano de “un limón y medio limón”, transformándola en “un millón y medio millón”. Aquella hilarante escena acabó siendo el canto del cisne de un equipo histórico, desarticulado tras el ascenso con la llegada de una nueva directiva que ya había sentenciado de antemano a Antonio Martín. El técnico terminó por hacer lo que nunca hubiera hecho en caso de seguir Díaz Léndez, el presidente al que había ligado su destino: denunciar el impago de su contrato ante el Colegio de Entrenadores. Terminó cobrando del dinero que el Ayuntamiento le había negado a Díaz Léndez de forma sistemática, mientras el nuevo CUC Villalba debutaba en Tercera con la marejada de la destitución de José Antonio Carrobles en plena pretemporada, y con Pepe Díaz suspendiendo unas vacaciones en Galicia para dirigir al equipo de forma interina en la primera jornada ante el Alcalá, en el exilio del Raso de Guadarrama.
Aquello ya fue otra historia, muy distinta a la del éxito del Equipo del Pueblo: “Si éramos 25 en plantilla, 19 éramos de Villalba y andábamos todo el día por Villalba: estudiábamos o trabajábamos aquí, hablábamos con todo el mundo, algunos de nuestros padres tenían los negocios aquí… Y luego fue una cosa histórica, que salió mucho en la prensa local”. Jugadores que luego hicieron historia en el fútbol serrano, como Toñín o Javier Linares, siguieron de niños aquella eliminatoria. Y como ellos, otros muchos se engancharon al fútbol en aquellos días. Quizá fue el gran legado de la conquista de El Álamo.
Antonio Martín: “Se mezclaron el Deporte y la Política”
Veinticinco años después, Antonio Martín recuerda aquella temporada como “muy difícil por el tema económico, y porque se habló de Política tanto como de Deporte. Afortunadamente la cosa se enderezó, pero parecía imposible por todos los temas que hubo. Luchamos porque en el fútbol se pelea”. Martín fue el primer entrenador de perfil profesional del CUC Villalba, un estudioso de los rivales, aun sin los medios que hay ahora, capaz de invertir un fin de semana entero en ver partidos, además de un gran preparador físico, aspecto que los jugadores citan como una de las claves del éxito.
Al entrenador de Alcorcón, curiosamente la población del otro entrenador histórico del CUC Villalba, David Gordo, el cuarto de siglo transcurrido le ha difuminado los datos estadísticos y demás detalles de aquella temporada, “porque si te acuerdas de los pequeños detalles, luego no te acuerdas de los grandes. Recuerdo el lío que se armó en la ida de la promoción, y también que hubo un punto de inflexión cuando perdimos en San Blas. A partir de ahí, ganamos muchos partidos”.
Sobre la eliminatoria, Martín explica que “sabía que sería importante marcar primero, porque jugábamos bien a la contra y atrás éramos un equipo muy difícil de marcar. Con 3-0 nos veíamos en Tercera, pero el 3-2 abrió la eliminatoria. Allí lo planteamos para que arriesgaran ellos, nosotros no teníamos por qué hacerlo. Cuando acabó, para mí fue una celebración, sin más. Me alegré sobre todo por José, Julio, los jugadores… Pero ya sabía que no iba a seguir, porque yo era un hombre muy vinculado a esa directiva”. El ya exentrenador revela que un detalle de la eliminatoria que explica esa gran confianza: “En El Álamo me intentaron comprar a través de un intermediario, que me dijo que si subían yo sería su entrenador en Tercera División, y yo enseguida se lo dije a Jose. Preparé el partido lo mejor que pude, como siempre hacía, dedicando mucho tiempo. Por eso dejé el fútbol: porque no valía para estar en él a medias”. El histórico entrenador dice que la gesta de El Álamo “fue una ilusión, pero había poco respaldo para apostar por Tercera División”.
Jaime Fresno